…Siempre pienso en el poder del tiempo. El gran poder de acomodar y desacomodar emociones, errores, corregir lo abrupto. Creo que nadie piensa en eso. Pero qué cruel es aveces, esta ahi una y otra vez para ponernos verdades y pecados crudos en frente a nuestros ojos, el deber del tiempo sí que da miedo… nadie querría ser el tiempo. Pero qué justo y compañero es el tiempo muchas otras veces, mi mejor amigo hoy, pero mi enemigo ayer y quizás mañana,
-“ahi va el tiempo, caminando tan elegante y ocupadamente involucrado en su deber de acomodarlo T O D O”.
¿Y quién cuida al tiempo? ¿O quién nos cuida de él?
¡Qué sabio es el tiempo! tan fino y habil en hundirnos y hacernos subir de un solo flote.
En todo este viaje de introspección y conocimientos, entendi que estamos obligados a aprender convivir con el tiempo, entenderlo, no molestarlo, teniendo en cuenta su gran poder y que se genera un vinculo recíproco de equilibrio absoluto.
En oportunidades me pregunto qué hubiera pasado si este tiempo hubiera llegado a mi en un tiempo atrás. Y ahí aprendo a abrirle la puerta al perdón y llevarnos bien junto al tiempo, perdón es mejorarse, liberarse y sobre todo curarse. -
“-¿Es mejor pedir perdón o perdonar?”
Durante el proceso entendí que uno al perdonar en realidad le concede el deseo de no cargar con espesos grilletes y cuentos sin final.
Pero qué difícil cuando hay un tiempo que es de dos. No pude cuidar tu tiempo, no pude cuidar el mio, ni el nuestro. Angustias atrapadas en cuerpos jóvenes, fui yo, me gano el tiempo. El mismísimo haciendo de las suyas, y yo que pude darme cuenta tarde, una vez más llegué tarde.
Y ni siquiera perdonarme, ni arreglarme con el tiempo pudieron sacar la espina de no haberte cuidado, no habernos cuidado, está tan hundida en mi alma, que ni mil relojes podrían arreglarme. Fallé, y no estuve. Cada vez que lo pienso, me da escalofríos y vuelve esa sensación de asfixia donde no sé para dónde nadar, para donde gritar. Cuando lo simple es tan inmenso que no lo vemos frente a nuestras pupilas nos perdemos en el laberinto temporal. Siento aún esa idea en mi sangre de hundirme en un bucle donde hablo en tu abrazo, escucho como mis sentidos son felices con tu perfume.
Pero no te cuidé. No tuve la valentía, no tuve la capacidad para escapar de mi oscuridad, perdí el tiempo.
Perdido en mareas densas de aceites y tentaciones polarizadas al alcance de los dedos. Sin poder salir a flote y escaparme de las cadenas para tener la gloria en tus brazos.
Me refugio en cuidarte de lejos, con la espina que me arde en cada parpadeo y escucho tu risa, te siento en mi pecho apoyada con tus dramas y mambos a salvo conmigo.
“-¡Qué distinto sería todo, hoy!”
Qué choque de almas contrapuestas pero soldadas a un sentimiento incondicional tan curativo y dañino a la vez. Todavia me acuerdo su mirada me congeló. Pude ser testigo del encuentro entre dos energías tan sólidas y sagradas.
No supe tener la habilidad de proteger tu mano. Un drama, tan espontánea, inteligente y divertidamente como el fuerte conjuro que infectó mi ser.
Continuará…